El lado oscuro del club
Aunque el primer uso registrado de la palabra “techno” como referencia a un género musical data de los años 80, en los últimos dos años ha resurgido con una fuerza imparable gracias a una nueva ola de ravers, que han dejado su huella no solo en la música, sino en toda la escena.
Con una audiencia mundial de más de 2 millones de seguidores, Techno Bunker es la mayor lista de reproducción techno de Spotify. Sus ritmos y loops sintetizados y cargados de graves transportan a los oyentes a los subterráneos de algunos de los clubes más infames y versátiles. Es una lista de reproducción bien afinada en la que artistas emergentes comparten espacio con nombres consolidados como Space 92, Charlotte de Witte, Mark Dekoda, Joyhauser, Amelie Lens, Lilly Palmer y Belocca.
En una subcultura donde los artistas son venerados por su sonido más que por su imagen, decidimos hacer que sus identidades se desvanecieran en las sombras, permitiendo que la música ocupe el centro del escenario. Las líneas de bajo cargadas de subgraves y los ritmos secuenciados se envuelven en una estética oscura, donde el negro es el color dominante y la luz está vetada en la entrada.
Para preservar el secretismo y la realidad distorsionada que define al género, evitamos las imágenes de los artistas, optando en su lugar por siluetas borrosas en la pista de baile. Escogimos imágenes granuladas en blanco y negro para las portadas, y una tipografía tan seca y dura como la manivela de un tanque. Además, adornamos el layout con detalles sutiles, como botones controladores de la mixer en la esquina superior derecha, evocando las mesas de mezclas.
Alemania ha sido durante mucho tiempo el epicentro del género, así que queríamos que la identidad visual encapsulara la esencia de templos como la catedral del techno duro, Berghain. Un lugar donde los devotos del techno bailan en un trance casi religioso, perdidos en el ritmo y dejando que sus almas sean devoradas por la oscuridad. Donde cada golpe de bombo reverbera en el pecho y los problemas se desvanecen entre la espesa niebla exhalada por la máquina de humo y las luces estroboscópicas. Donde la realidad se diluye y los instintos atávicos resurgen.
El tratamiento visual y los elementos que conforman la nueva identidad logran transportarte a una pista de baile repleta de cuerpos sudorosos, sometidos a ritmos más fuertes que el vinagre, que arrastran hacia un éxtasis físico y mental. Desde sus orígenes en el Detroit de los 80, pasando por su bautismo en Inglaterra y Holanda, hasta su consagración en Berlín, el techno ha demostrado ser una forma de arte sofisticada y primitiva. Y mientras siga sonando, seguirá haciendo mover nuestros cuerpos, sin pedir permiso y sin mirar atrás.
